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Se acabó el veranito

Y se terminó el veranito….

Se acabó la playa, la montaña, las piscinas, las maravillosas siestas, el no madrugar, el poder leer un libro mientras escuchas las olas, el ver un millón de estrellas en el cielo cada noche, el disfrutar del sol, del aire, de la libertad de tener libertad, de haber escondido el reloj y apartado el móvil, de comer cuando se tiene hambre y dormir cuando se tiene sueño…, de vivir…., vuelta a la rutina, aunque he de decir que también me gusta la rutina, tiene su parte buena…, pero hoy no me apetece mucho recordarlo, hoy me quedo con la mirada perdida en los momentos maravillosos que he ido creando durante todo este verano….

Pero casi mejor bajar del andamio de los recuerdos y ponernos las pilas. Y lo cierto y verdad es que lo que peor llevo es la vuelta a las clases de mis hijos. Otra vez estar como loca con los exámenes, los deberes, que estudien…, y las actividades, es que no paramos a partir de septiembre, en la teoría el año comienza el uno de Enero, pero en la práctica, comienza en Septiembre, con la compra de los libros, la ropa porque todo se les ha quedado pequeño, las zapatillas, que de pronto les ha crecido el pie, no se sabe de qué manera, y han saltado dos números, y otra vez las comidas y cenas a horas perfectamente estipuladas para que cuadre todo….

Una locura y un gasto de dinero, que luego dicen en el Congreso de los Diputados que si los recortes, que si hay que quitar de aquí para ponerlo allí.., vamos, que el organizar la economía de una casa, eso si que es difícil, yo creo que si los diputados, concejales y demás se encargaran de la economía casera un mes, solo un mes, aprenderían lo que es recortar y priorizar, claro que a ellos eso no les importa porque evidentemente los sueldos que ellos ingresan en sus casas, no son comparables a los que hoy en día podemos tener cualquiera de nosotros, pero bueno, esto es otro debate.

Y a lo que iba. Lo peor del fin del verano es la morriña que entra al desinflar la colchoneta, guardar otra vez en el trastero la maleta, las gafas de bucear, las chanclas, y suele ser este el momento en el que visualizamos todas las fotos veraniegas, los videos refrescantes, en el que hacemos balance de si todo ha ido bien, de si tuvimos buena o mala idea yendo con algún familiar o invitando a algún amigo, de la faena que nos hizo el coche pinchando la rueda en medio de la autopista, de recordar cómo estaba esa paellita al borde del mar (Díos, como estaba de buena), o como sabe una cervecita (sin alcohol, o con él según peticiones) fresquita en medio de la playa, ese ambiente, esa brisa, y lo bonito que se ponía el cielo cuando se estaba ocultando el sol tras las palmeras, con esos colores que solo de vacaciones se pueden ver, con esos naranjas, esos azules, esos violetas, porque amaneceres y atardeceres hay todos los días del año, pero solo en vacaciones disfrutamos del placer de contemplarlos con los poros del alma bien abiertos de par en par.

Y ya está, hacemos esas reflexiones, nos guardamos la morriña, y a comenzar un nuevo curso, y la verdad es que no tenemos mucho tiempo de mantener esa nostalgia, tenemos muchas cosas que hacer, muchas cosas que preparar y mucho año por delante, ya hemos cargado las pilas, y ahora solo queda tomar impulso y saltar a la cotidianidad, con todo lo que ello conlleva.

AUTOR

Beatriz Castañares

Fecha de publicación

16 septiembre, 2014

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