La rabdomiólisis es una enfermedad causada por la desintegración de las células del músculo estriado, que afecta al organismo a distintos niveles alterando el correcto funcionamiento del mismo.
¿Por qué se produce?
Puede o no tener un origen traumático, haber predisposición genética o ser consecuencia de la ingesta de alcohol etílico y ciertos fármacos. Pero en gran parte de los casos viene como resultado de un exceso de ejercicio físico, llamada entonces Rabdomiolisis de esfuerzo.
Fisiopatología
Tras la destrucción de la fibra muscular, se produce una liberación de sustancias (como por ejemplo, mioglobina, potasio, fosfato, creatina y ac. Úrico.) que se añaden al torrente circulatorio, causando alteraciones metabólicas diversas –acúmulo de calcio y posterior rotura del puente actinamiosina- llegando a poner en riesgo el funcionamiento del sistema renal, e incluso causando alteraciones potencialmente mortales para el ritmo cardiaco.
¿Qué síntomas da?
Generalmente, la rabdomiolisis de esfuerzo se confunde con unas agujetas de alta intensidad. Por ello, es muy importante tener precaución en el diagnóstico, porque a diferencia del dolor muscular general que provocan éstas, la persona sufre una impotencia funcional grave, es decir, el movimiento se ve muy dificultado por el dolor, aparece tumefacción en la zona, la orina puede ser oscura, e incluso el malestar puede llegar a desencadenar vómitos o fiebre.
¿Cómo prevenirlo?
Es una moda iniciarse en la actividad física y el deporte hoy en día. De hecho, cada vez más se hace negocio con esta “fiebre de querer cuidarse”, siendo esta situación peligrosa, curiosamente, para nuestra salud.
Gimnasios “Low Cost”, ansiedad por querer ser el deportista que nunca fuiste,… son dos de las bombas que pueden hacer explotar el desarrollo de esta situación y sus consecuencias.
Sin embargo, es estrictamente necesario que seamos prudentes en la realización del deporte, y que atendamos a nuestras sensaciones, pues nuestro cuerpo es sabio, aunque nuestra mente o la presión social nos diga lo contrario.
Caso real
Chica, joven, 22 años, activa, sana… su primer día de clase de spinning:
– “¡Ostras! Es que yo me encontraba súper cansada. No podía más… pero el resto de grupo estaba muy bien, y no quería ser yo menos. Así que, seguí”.
Me comentaba la paciente tras haber estado ingresada en el hospital y llevar ya varias semanas de baja.
– “Eres más floja… ¡Siempre quejándote!”, le decía su amiga.
Sin embargo, ella en cuanto bajó de la bici (después de haber realizado la sesión completa), sintió que no podía dar un paso más “casi me caí cuando planté los pies en el suelo”.
Tenía toda la musculatura de sus piernas desgarrada. Y aún así, eran unas “simples” agujetas. Pasados dos días, no podía ni sentarse en una silla y mucho menos agacharse a por algo al suelo.
– “No pude trabajar. Mis compañeros empezaron a creerse que no estaba bien, y se preocupaban por mí. Suerte que al trabajar en un hospital, bajé en ese momento. En cuanto me hicieron una analítica me dijeron que me tenían que ingresar. Tenía Rabdomiolisis”.
HIDROTERAPIA
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