Los seres humanos interactuamos, nos adaptamos al medio ambiente y aprendemos a percibirnos a nosotros mismos respecto al mundo que nos rodea a través del movimiento(1). A su vez, cada vez que realizamos un movimiento perturbamos nuestro equilibrio(1,2) que puede definirse como la capacidad de no caerse. Sin embargo, se trata de algo más complejo que incluye los siguientes términos: control postural, ajustes posturales anticipatorios (APAs) y reacciones de estrategia(1).
Control postural
Es la base de apoyo para el movimiento voluntario por lo que es una de las funciones más importantes del Sistema Nervioso Central. Se organiza en función del individuo, la tarea y el entorno.
Bouisset & Le Bozec (2002) establecieron una nueva teoría que trata de explicar la postura que adopta el cuerpo ante una perturbación (PKC, en inglés “posturo- kinetic capacity”). La teoría del PKC destaca la necesidad de desarrollar ajustes posturales anticipatorios contra una perturbación inesperada para optimizar el control del equilibrio. Dichos ajustes posturales corresponden a los APAs(1,3).
APAs
Se definen como la preparación de los sistemas sensoriales y motores a la espera de demandas posturales basadas en la experiencia y el aprendizaje(1). Los APAs se activan antes de que empiece el movimiento e involucran a músculos que no están directamente relacionados con el mismo pero sí con en el mantenimiento de la postura. A su vez, representan dos diferentes fenómenos: en primer lugar, la activación que se produce antes del movimiento llevada a cabo por los denominados APAs preparatorios (pAPAs) o ajustes tempranos posturales y, en segundo lugar, la respuesta postural que aparece durante el movimiento estabilizando los segmentos corporales llamados APAs acompañantes (aAPAs)(1).
Reacciones de Protección / Estrategias
Se trata de la activación combinada de músculos que estabilizan el cuerpo después de una perturbación. No corresponden a reflejos simples, sino a la activación sinérgica de músculos y, por tanto, a estrategias. La elección del control postural apropiado requiere de procesos sensoriales complejos e integrados. El control postural eficiente depende de tener una configuración espacial del cuerpo entero correcta (esquema corporal) así como la localización del centro de masas respecto a la línea de la gravedad y la base de apoyo (1,4). Las estrategias que empleamos dependerán de la situación, de la experiencia, de los hábitos, de la expectación y del miedo. Además, en el caso de las personas con un hemicuerpo afectado tras la lesión, el pie con el que realicen esas respuestas también será importante (si es el pie más afectado o no).
Por otro lado, existe una interacción constante entre los componentes centrales (áreas de la médula espinal, cerebelo, ganglios basales, corteza y tronco cerebral)(1,5) para mantener el equilibrio(6–9). El producto de esta interacción es la selección de una respuesta muscular apropiada para mantener el control de la posición del cuerpo y la postura sobre la base de apoyo(10).
Los pacientes con alteraciones neurológicas no son capaces de desarrollar este tipo de estrategias de la misma manera que antes de la enfermedad. Consecuentemente, el 50-70% de los pacientes post- infarto sufren caídas relacionadas con discapacidades a nivel motor, sensorial, cognitivo o integrativos de control del movimiento(1,11) por lo que su equilibrio está amenazado.
Es muy importante que los pacientes con alteraciones neurológicas, como es el caso de pacientes hemipléjicos, retomen las actividades de la vida diaria de manera independiente(1,6,9,12). De ahí la necesidad de pautar un programa de rehabilitación en el cual se requieran respuestas rápidas y automáticas contra la gravedad(1).
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